LOS AFRANCESADOS EN CATALUNYA
Se conoce comúnmente como afrancesado al español que durante la guerra de la Independencia mantiene diversos grados de colaboración o simpatía con los ocupantes.
Enric Riera en su obra "els afrancesats a Catalunya", propone una distinción del genérico "afrancesado" en tres grpos:
· El primer grupo lo forman los afrancesados ideológicos. Desde el primer momento se unieron por convicción a la administración invasora; se veían hermanados con ellos en ideas y proyectos y creíanse apoyados por ellos para llevar adelante su tarea regenerativa. Algunos, como Azanza y O'Farril justificaban así su colaboración: "una población de once millones de almas y un pie de ejército de 60.000 hombres, aunque se cuadriplique con nuevas levas, no resiste mucho tiempo a una población de 40 millones y a un ejército de 400 mil hombres de tropa, las más aguerridas de Europa, y dirigidas por una sola cabeza, que están en posesión de triunfar en todas partes".
Hay que aclarar que estos afrancesados "idealistas" sólo fueron una pequeña minoría de entre los que colaboraron con Napoleón.
Josep Bonaparte
François Pascal Simon Gérard (1770-1837)
· El segundo grupo lo forman los colaboracionistas o pasivos, que son los más numerosos. Inicialmente eran funcionarios estatales y militares los que, ante la ocupación francesa, se vieron constreñidos a a plantearse su futuro: o seguir en el cargo con la administración francesa, jurando fidelidad a sus nuevos superiores, o abandonar el lugar él y su familia. Como les obligaban a jurar fidelidad a Napoleón y a José Bonaparte, les llamaban "juramentados" entre los patriotas. A veces la "fidelidad" fue cuestión de geografía: los sorprendidos en zonas francesas se convirtieron en afrancesados. Según Jover, este grupo era en España de unos dos millones.
· El tercer grupo lo forman los oportunistas. Son las personas que se unieron al francés, no por ideal político o por colaboración obligada, sino por interés y ambición, porque consideraban que era el bando que tenía más posibilidades de ganar la guerra. Son relativamente numerosos los casos de arribistas célebres en Catalunya, de todos los grupos sociales y de todos los oficios.
LA ILUSTRACION EN CATALUNYA
El fracaso de la política de los Austrias empujó a algunos intelectuales españoles en el siglo XVIII a tomar conciencia del gran avance de Europa en las ciencias, en la industria y la agricultura, en las ideas y en el arte, mientras observaban el atraso y el peso excesivo de unas tradiciones y unas instituciones obsoletas en España.
Entre esta minoría de españoles que no aceptan la crítica situación nacional y critican el pasado basándose en la razón, encontramos representación de los diversos estamentos sociales: obispos, nobles, terratenientes, personas de profesiones liberales...Todos ellos buscarán soluciones a sus inquietudes en Europa occidental, principalmente Francia, Inglaterra, Holanda y Alemania. De los ingleses y holandeses tomaron ideaspara el comercio y el mundo de las tácnicas; de los alemanes, concretamente de los prusianos, se copiará su militarismo y su colonización de tierras yermas; y Francia será el gran faro que iluminará los del resto de Europa.
La Ilustración, verdadera "síntesis del espíritu europeo del siglo XVIII" según Joan Reglá, triunfarácon los enciclopedistas franceses, principalmente con Montesquieu y Voltaire. Pero nuestra ilustración no se caracteriza precisamente por su irreligiosidad, cualidad destacada en el racional enciclopedismo europeo, pero en su momento, para sacar adelante sus reformas, no dudarán en enfrentarse con el clero.Propondrán acabar con la superstición la ignorancia, el conformismo, los bienes de manos muertas y otros factores que hacen imposible el desarrollo y el progreso del país. Pero en este camino se encontrarán con la incomprensión de la mayoría, no sólo de las "masas ignorantes", sino también de las autoridades públicas.
Ya en tiempos de Carlos III, a pesar de la censura editorial gubernamental y eclesiástica, se promovieron y organizaron por parte de nobles o prestigiosos ilustrados y con el patrocinio real, las llamadas "Sociedades de amigos del país" por toda España, para fomentar la educación, la industria, las granjas modelo y los nuevos cultivos. En el período que nos ocupa había 74 funcionando en toda España. No obstante, el entusiasmo por lo francés y la ilustración se enfrió bastante a raíz de la época del Terror de la revolución francesa, al menos por sus consecuencias prácticas, pues los ilustrados españoles cortaron susu hilos en Francia.
Algunos consideraban que Napoleón había parado los excesos revolucionarios pero sin abandonar los principios que la motivaron, por lo que se unieron al bando francés como el mejor medio para preparar, según ellos, la regeneración de España.
Otros, aunque ideológicamente no cambiaron, no soportando las arbitrariedades de Napoleón, ni la invasión y ocupación de sus tropas, militaron entre los patriotas. Estos ilustrados patriotas pasarán a formar la base del futuro partido liberal que dirigirá las Cortes de Cádiz.
Pasando al estudio del movimiento ilustrado en Catalunya, observamos características diferenciadas de las del resto de España. Por proximidad geográfica y relaciones comerciales, en Catalunya la apertura a las influencias francesas e ilustradas era mayor. Pero su sociedad, la catalana, no tenía tan urgente necesidad de llegar a una acción revolucionaria como otras tierras de España, pues aún no se hallaba en grave crisis el sistema, y podían continuar prosperando en el marco del Antiguo Régimen. Otra característica propia de los diputados catalanes era la defensa del proteccionismo y de los gremios, pues consideraban que podían resultar positivos para el desarrollo agrario, industrial y comercial de Catalunya. Además, aunque coincide con el resto de los ilustrados españoles con el diagnóstico de las causas del subdesarrollo de la agricultura, no comparten, sin embargo, las medidas reformadoras. Los del Principado, consideraban que el único remedio sería implantar obligatoriamente el contrato enfitéutico, que tan buenos resultados había dado en la región. El propietario, percibiendo los tributos y las rentas líquidas sin el menor trabajo y el campesino, haciendo suyos los frutos con una seguridad perpetua.
Los grandes focos ilustrados en Catalunya coinciden con los principales centros de enseñanza: la universidad de Cervera, algunas facultades universitarias que quedaron abiertas en Barcelona, las escuelas regidas por congregaciones religiosas, los centros que dependían de la Junta de Comercio y las Academias. La mayor parte estaban en Barcelona, mientras que en el resto del Principado apenas hubo actividad cultural.
LA REPRESION DE LOS AFRANCESADOS DURANTE LA GUERRA
Por múltiples causas, la gran masa popular catalana de 1808-1814 continuó firme en sus creencias y no escuchó los cantos de sirena de las autoridades de los franceses para atraérsela. Los campesinos, los trabajadores de las fábricas, los habitantes de las ciudades, los comerciantes y el clero, sobre todo el regular, vieron perjudicadas sus vidas con la venida del francés, y culpaban a Napoleón por su ambición, despotismo e impiedad. Y la gran mayoría seguía las instrucciones del clero, que consagraba la lucha contra el ocupante. Ya que el ataque directo a los ejércitos regulares franceses era poco realista, el pueblo manifestaba su descontento dirigiendo sus represalias a aquellas personas sospechosas de colaboración o connivencia, o simplemente de francofilia. No siempre los reos eran merecedores de la ira de la población, y las Juntas pronto hubieron de legislar para contener los excesos y encauzar la represión. Así, en diversos decretos de 1808, dispuso la Junta Suprema la confiscación de los bienes de los afrancesados, y por un decreto de octubre del mismo año, se estableció un Tribunal Extraordinario Temporal de vigilancia y protección contra los afrancesados, y conminaba a la denuncia, incluso anónima, contra ellos.
La situación de los sospechosos o convictos de afrancesamiento se agravó especialmente a partir de 1813 con la retirada gradual de las tropas napoleónicas. Desprovistos de todo apoyo, la mayor parte de los afrancesados "notorios" hubieron de emigrar, aún a costa de perder todos sus bienes, pues al menos salvaba la vida y la libertad.
La promulgación del Tratado de Valençay hacia finales de 1813, animó momentáneamente los ánimos de los expatriados, pues en él Napoleón exigía a Fernado VII una amnistía para todos los que habían colaborado con los franceses. Pero cuando el tratado se recibió en España, el Consejo de Regencia publicó un decreto anulando el artículo que concedía tal clemencia. Para consolidar las represalias, un decreto de Fernando VII de 30 de mayo de 1814 establece una serie de prohibiciones y restricciones para los distintos grados de colaboración, que van desde prohibir el regreso de los emigrados de mayor relieve, hasta negarles la posibilidad de ejercer cargos públicos a los demás. No obstante, posteriormente, las medidas legislativas fueron suavizando el rigor inicial. Incluso se dieron indultos parciales. Pero fue en 1820, durante el trienio liberal, cuando se promulgó una amnistía para los afrancesados que todavía estaban expatriados, aunque con restricciones de residencia y trabajo.
LOS AFRANCESADOS CATALANES
- EL ESTAMENTO ECLESIASTICO
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, el clero catalán recibió también el impacto de la ideología francesa, y algunos de sus miembros figuraban entre los españoles ilustrados, pero en mucha menos medida que los otros estamentos. La inmensa mayoría del clero atacaría las ideas revolucionarias en las pastorales, homilías, etc.
En noviembre de 1790, la Asamblea Nacional francesa ordenó que todos los eclesiásticos franceses juraran la Constitución Civil del Clero, bajo la amenaza de ser desterrados. Los refractarios huyeron a países próximos, y, desde luego, a Catalunya. Al producirse la invasión napoleónica de 1808, el clero catalán, como el resto de estamentos sociales, se dividió en tres partes: los que se unieron a los resistentes, los decididamente partidarios de los franceses y los que se limitaron a colaborar con ellos por diferentes motivos. En general, el alto clero emigró o contemporizó con los invasores, mientras que el bajo clero se opuso en su gran mayoría a la ocupación, cooperando moral y materialmente a la defensa de su región.
A continuación vamos a hacer un breve perfil de algunos de entre los afrancesados que tuvieron influencia destacada al servicio del francés.
Departaments 1812. (Escenaris de la Guerra del Francès a Catalunya: commemoració del 200 aniversari de l'inici de la guerra.
Generalitat de Catalunya
Barcelona, 2008)
FELIX AMAT DE PALOL (ECLESIASTICO)
Inmediatamente después de la entrada de los franceses ya se destacó un eclesiástico catalán por su afección a la causa imperial: Félix Amat.
Había nacido en Sabadell en 1750, y en 1786 ocupaba una canonjía de la catedral de Tarragona, a la vez que era secretario de la "Sociedad Económica de Amigos del País" en esa ciudad.
Durante la Guerra Gran, Félix Amat fue una de las autoridades eclesiásticas que participó activamente en la reorganización del Principado. El 15 de mayo de 1803 fue nombrado abad de San Ildefonso de la Granja, y medio año después será consagrado arzobispo de Palmira. En 1806 fue nombrado confesor del rey, ejerciendo además como asesor político del monarca. Cuando ocurrieron los hechos de Aranjuez, en marzo de 1808, el abad estuvo siempre cerca de la familia real, aconsejándola permanecer en España. Cuando Carlos IV le comunicó su renuncia a raíz de esos hechos, adoptó una posición contradictoria, de la que no llegó a moverse.
A principios de junio publicó una pastoral en su diócesis aconsejando al país a someterse a Napoleón. Tras esa pastoral comenzó a colaborar decididamente con José Bonaparte. Pero cuando las tropas francesas se fueron definitivamente, Amat volvió a proclamar su pureza política y moral.
Es, sin embargo, incuestionables su alto nivel intelectual; en algunos círculos fue conocido como el Bossuet español.
Ocupó numerosos cargos públicos a lo largo de su vida. Además de los ya nombrados, fue catedrático de teología en el seminario de Barcelona y bibliotecario de la Pública Episcopal, desde cuyo puesto hizo el inventario de 10.000 volúmenes. Dirigió por un tiempo el seminario y en 1785 obtuvo por oposición la canonjía magistral de Tarragona. Fue, desde 1791, académico de la Real de Buenas Letras de Barcelona, y abad del sitio real de Aranjuez, además de ostentar otros cargos y representaciones. En 1803 fue nombrado arzobispo "in partibus" de Palmira. Más tarde renunció a la dignidad de obispo de Osma durante la guerra de la Independencia, y la de abad de San Ildefonso al ser restablecido Fernando VII en el trono de España.
Posee una extensa bibliografía, y fue personaje de relieve en los debates teológicos y eclesiásticos de la época hasta que murió en Barcelona en 1824.
RAMIREZ ARELLANO, OBISPO DE GIRONA
Juan Agapito Rodríguez de Arellano, de familia bastante distinguida, nació en Puente de la Reina (Navarra). Tras cursar estudios en España e Italia, desempeñó algunos cargos eclesiásticos hasta que en 1798 fue nombrado obispo de Girona, sede que ocupará hasta su muerte en 1810, en plena guerra del francés.
En opinión de sus biógrafos, fue un hombte bueno y pacífico, muy apreciado por sus conciudadanos. Colaboró activamente en la defensa de Girona, participando en la organización de sus feligreses y ayudando en el esfuerzo de resistencia. Pero al entrar los franceses en su ciudad, aceptó colaborar con ellos, al parecer para contribuir a evitar males mayores en la población, aprovechando su gran influencia. Desde entonces dirigió diversas proclamas tanto al clero de su diócesis como a la población, intentando apaciguar los ánimos y llamando a la disciplina y la cordura y, en fin, a colaborar con el francés, amenazando a los sacerdotes con suspenderlos si no acataban sus exhortaciones. Su gran influencia hizo que estas proclamas hicieran efecto considerables entre unos y otros, pues muchos gerundenses pasaron por el despacho del Corregidor para jurar fidelidad a José I.
El 21 de diciembre de 1810, casi exactamente un año después de la entrada de los franceses en Girona, murió Ramírez Arellano, ya de edad bastante avanzada.
De entre los abogados y magistrados que colaboraron con los franceses, destacaremos a Tomás Puig y a Ramón Casanova.
Tomás Puig, abogado, fue un importante ilustrado e intelectual, nacido en Figueres. Cuando se produjo la invasión francesa fue denunciado como colaboracionista, y encarcelado en Rosas y Girona como "infidente", pero es liberado gracias a la influencia de un grupo de amigos. Desde entonces decidió colabresueltamente con los franceses. Ocupó distintos cargos durante la administración francesa, de la que fue una pieza muy valiosa. Fue corregidor de Figueres y de Girona, presidente de la Audiencia de Barcelona y presidente del Tribunal de Apelación.
Al acabar la guerra se exilió en Francia hasta 1816. Murió en su ciudad natal en 1835.
Ramón Casanova era un abogado barcelonés que trabajaba como agente de negocios cuando tuvo lugar la invasión francesa. Nada más llegar los ocupantes a Barcelona, se puso a las órdenes de los generales imperiales para colaborar en la represión de la sublevación catalana. El 30 de julio es nombrado comisario general de la Policía, y comienza a reclutar a sus subordinados, hasta que en septiembre de 1808 se constituye la Junta Extraordinaria de Policía, con unos 35 miembros. Su puesto le permite enriquecerse, y pronto impera la corrupción entre la corporación policial, resultando implicados otros funcionarios y militares franceses. Aunque tiene algunos éxitos, como la desarticulación de dos redes de conspiradores antifranceses, el 28 de marzo de 1810 es cesado en su cargo e implicado en un caso de robo y asesinato, el caso Cantón, nombre del infeliz banquero milanés que fue asesinado por los cómplices de Casanova para que no denunciara el saqueo que había sufrido en sus bienes. Fue preso y hubo de cumplir pena en París hasta la caída de Napoleón.
Finalmente, diremos algunas palabras sobre un representante del mundo industrial entre los afrancesados. Erasme de Gómina.
Nació en Moiá en 1746 y alos 7 años su familia se trasladó a Barcelona. A los 11 años ya trabajaba como aprendiz en una fábrica barcelonesa de indianas. En 1780 consiguió el título de fabricante otorgado por las autoridades de Comercio del Principado. Instaló una fábrica de indianas, y pronto prosperó hasta convertirse en un eminente ciudadano, ya en 1790. Fue muy honrado por Carlos IV y al inicio de la invasión fue una pieza codiciada por los franceses para conseguir su colaboración. Durante los seis años de guerra, este personaje influyente trabajó varias veces con las autoridades imperiales , siempre en el ámbito comercial.
Tras la guerra siguó dedicado a sus negocios hasta que murió en 1821.