LA RESISTENCIA A LA OCUPACIÓN


La actuación de las fuerzas autóctonas se articuló en cuerpos civiles como somatenes, migueletes y partidas de cruzada, asimiladas a la guerrilla, que desempeñaron un papel fundamental durante la guerra en Catalunya.

La Junta Suprema del Principado acordó formar en 1808 un ejército de 40.000 efectivos, llamando a quintas a todos los hombres (preferentemente solteros), entre los 16 y los 40 años de edad. La respuesta fue muy escasa y los objetivos no se cumplieron, pues poco más de la cuarta parte de los llamados acudieron. Cataluña tuvo, precisamente, el único ejército de los que se forman en España en 1808, que subsiste con continuidad hasta 1814. Y en él contaron decisivamente los "miquelets" (su aporte cualitativo fue siempre superior al cuantitativo: en 1808 no se movilizarían más de 10.000 hombres) y, desde luego, los somatenes, que constituyen fuerzas convocadas para la autodefensa del territorio local.

Al mando del ejército en Catalunya se sucedieron trece generales, entre los que destacan Palacios, Vives y Reding en una primera etapa, hasta febrero de 1809; Blake, O'Donell y Campoverde hasta la pérdida de Tarragona en 1811; Lacy y Copons en los últimos tiempos de la guerra. El número de individuos que componían el ejército en Catalunya ha sido muy discutido. Según Casinello, en el momento de mayor movilización (enero de 1811) tendría 41.193 soldados; al final de la guerra sólo tendría 27.495. Los generales que gozaron de mayor popularidad en Catalunya fueron O'Donell y, sobre todo, Campoverde. Otros, como Blake, no tuvieron buena prensa, entre otras razones por su incapacidad de evitar la caída de Girona tras los siete meses de asedio. Pero la popularidad fue siempre fluctuante. Lacy, que durante la guerra fue poco querido, luego sería, como liberal enfrentado a Fernando VII, muy apoyado por la sociedad catalana que se opuso muy fervientemente a su ejecución.

LA FORMACION DE MIGUELETES Y SOMATENES

Somatenes y migueletes, las organizaciones tradicionales de defensa catalana, se movilizaron tanto en la Guerra Gran (desde 1793 hasta 1795) como en la Guerra del Francés (1808-1814).

El ejército profesional había desaparecido después de que las tropas de Duhesme hubieran tomado Barcelona. Las Juntas Corregimentales y la Junta Superior del Principado, constituída en Lleida el 18 de junio de 1808, promovieron la formación de los Tercios de migueletes y un Somatén general. A lo largo de la guerra, ambas formas de agrupación fueron adoptadas por los propios militares, y sus acciones a menudo se superponen con las de los grupos guerrilleros.

Los migueletes eran una milicia paramilitar, mercenaria y de carácter voluntario, contratada por las autoridades locales o las juntas de guerra, con el objetivo de llevar a cabo acciones especiales o como refuerzo de las tropas regulares. A diferencia de los somatenes, que operaban cerca de sus respectivos pueblos y aldeas, los migueletes eran móviles e independientes y tenían una jerarquía similar a la del ejército. En la práctica, migueletes y somatenes a menudo se confunden con las formas tradicionales de organización militar.

El primer Somatén catalán se formó a principios de junio de 1808. Los ciudadanos de Igualada, Manresa y otras ciudades vecinas organizaron un Somatén en las montañas del Bruc con el objetivo de detener la marcha del general Schwartz. La escaramuza, que tuvo lugar el 6 de junio, tuvo el efecto deseado y logró poner a las tropas imperiales en fuga. La participación de los suizos del regimiento de Wimpffen en la acción debe tenerse en cuenta, así como la de otros soldados regulares, muchos de ellos desertores de Barcelona. Su participación también fue decisiva en la segunda acción del Bruc el 14 de junio, dirigidos por Joan Baget, un escribano de Lleida, en la que, además de los somatenes de Manresa e Igualada participaron los tercios de Lleida y Cervera, entre los que también había tropa suiza, más de 500 hombres, vestidos como campesinos, incluso con barretina.

Fue una victoria psicológica, la primera derrota que el ejército de Napoleón sufrió hasta Bailén, y se convertiría en un símbolo ampliamente explotado por los militares y autoridades civiles contra la campaña de propaganda francesa. Desde el punto de vista de la organización de su defensa, tras la batalla del Bruc, otros pueblos que no habían levantado anteriormente somatenes, como Vilanova i la Geltrú, rápidamente lo hicieron.

El conocimiento del terreno, sobre todo las montañas, permitió a los somatenes y migueletes causar grandes pérdidas al ejército napoleónico. Con la ayuda de la población local, los patriotas llevaron a cabo una guerra defensiva de desgaste, al no aceptar batalla franca a menos que tuvieran clara superioridad numérica.

Cabe destacar que la primera acción de los somatenes fue en Arboç, en junio de 1808. Los somatenes de Vilafranca del Penedés, La Segarra y el Urgell, atacaron a la división francesa al mando de Chabran, que en represalia saqueó y prendió fuego a toda la ciudad.

Sucedió también la escaramuza de Congost el 4 de julio, en la que somatenes y migueletes participaron bajo las órdenes de Francesc Déu de Llisa y Josep Colomer i Riu, y la defensa del castillo de Mongat, e impidió a los franceses tomar Capellades.

El alzamiento del Somatén sólo se llevó a cabo en momentos de gran peligro, y se utilizó sistemáticamente por las autoridades desde 1808 hasta 1811. El 19 de junio, la Junta Superior del Principado acordó formar un Somatén al mando de J. Baget (un oficial de artillería), junto con otros comandantes de somatenes, Montanyà (Manresa) y R.Riera (Igualada).

Entre el 20 y el 23 de junio de 1808, se acordó la formación de un ejército de 40.000 hombres (40 tercios de migueletes) de todos los pueblos del Principado. El tercer artículo del Reglamento estableció que, una vez que cada pueblo hubiera aportado la fuerza que se le pedía, la mitad de ella debía constituírse en reserva "para servir como somatenes siempre que fuera necesario".

La Junta de Tortosa ya había proporcionado 1.200 hombres a principios de octubre de 1808, y Vic, 800, aunque otras ciudades bajo control francés no lo hicieron con la misma velocidad.

Sometents a la batalla del Bruc, segons una obra de Ramón Martí i Alsina.


Si en las acciones de junio había sido el Somatén la única tropa armada civil que participó en ellas, en las de julio se le unieron los migueletes.

Cuando las tropas regulares, al mando del marqués de Palacio, desembarcaron en el puerto de Tarragona el 1 de agosto de ese primer año de guerra, la planificación de la guerra pasó a manos de los militares. A partir de octubre, Joan Miquel Vives, tras haber sido nombrado comandante del ejército, concentró sus esfuerzos en la organización del ejército regular, integrando a los migueletes a su vanguardia.

En septiembre, el Somatén se disolvió, para gran enfado de la Junta de Martorell, y sus elementos se incorporaron, junto con los migueletes, a la formación de la línea del Llobregat. Durante los meses de octubre y noviembre, el objetivo principal era organizar el sitio de Barcelona, con el fin de liberar la capital. La aparición de Gouvion de Saint-Cyr, general del VII Cuerpo de Ejército, abrió una nueva etapa en el conflicto, y los errores estratégicos cometidos por Vives llevaron a aquel general a derrotar a las fuerzas patrióticas en diciembre (Rosas cayó el 5, Cardedeu el 16, Molins de Rei el 21). El desastre de Molins de Rei llevó a la desorganización total de las fuerzas regulares.

El suizo Teodor Reding, quien reemplazó a Vives al mando del ejército en Catalunya, no perdió tiempo en la preparación de la defensa de Tarragona. Por esto, volviéndose a los somatenes, ordenó que hostigaran continuamente al enemigo.

Reding restableció el orden civil en Tarragona y ordenó al mariscal de campo J.Joaquín Martí la elaboración de un plan para reorganizar las fuerzas de los migueletes. Se tuvo en cuenta la reducción del número de Tercios con el fin de ponerlos en consonancia con la disposición de recursos financieros, para introducir un poco de disciplina y para activar a los somatenes como una fuerza de reserva.

A principios de enero de 1809, el brigadier Iranzo hizo un nuevo intento de reorganizar el Somatén, pero sólo levantó una columna de voluntarios pero con elementos sospechosos de bandolerismo o desechos de otras tropas. La decisiva derrota del ejército en Valls, el 25 de febrero de 1809, significó su desaparición.

A raíz de estos desastres, se hizo un intento de poner algún tipo de orden en los somatenes, para lo cual se propusieron dos cuerpos: el primero de migueletes o regulares hasta la edad de 35 años; el segundo para aquellos que superaban esa edad, a servir con los somatenes o las compañías de honor. Al mismo tiempo, migueletes y somatenes compartirían el mismo comandante en jefe.

Por último, en junio de 1809, R. Milans del Bosch y J. de Prats presentaron un nuevo plan a la Junta para crear la línea de regimientos y batallones de tropas ligeras de migueletes, aunque no salió nada de ésto.

El 1809 la Junta Superior del Principado dividió el Somatén en cuatro divisiones: la división del Empordá, que iba a operar desde la frontera hasta el Ter; la del montseny, para cubrir la zona entre el Ter y el Tordera; la del Vallés, del Tordera hasta el Besós; y la del Llobregat, para operar desde la capital hasta el Penedés. Joan Clarós fue inspector general de las cuatro divisiones ; Rovira, comandante de la primera división, y los otros tres fueron puestos bajo el mando de los gobernadores de Vic, Mataró y Vilafranca, respectaivamente.

Al mando de algunos somatenes había clérigos, como el Padre Francisco Campos, quien llevó a cabo una serie de acciones ejemplares en el Empordá.

Surgido en la comarca del Priorat, el Somatén de Porrera, dirigido por el guerrillero Josep Pellicer i Fort, capturó la mayor parte de la munición y alimentos a un convoy francés a finales de 1809. Su participación fue decisiva en la famasa batalla en el río Valls y en el puente de Goy, que tuvo lugar el 25 de febrero de 1809, en la que el gobernador militar de Tarragona, el general Redding fue herido de muerte. Este encuentro con las tropas del mariscal de Saint-Cyr llevó a la derrota del ejército español y la desmoralización de los somatenes del Priorat.

En marzo y abril de 1809 los somatenes y migueletes del Vallés Oriental hicieron la vida difícil al enemigo, que había tomado el 23 de marzo Terrassa, y Sabadell, dos días más tarde. La acción del Somatén de esta última villa, al mando de Turull de Sentmenat, obligó a los franceses a retirarse, pero regresaron el Miércoles Santo, con más hombres y se tomaron venganza entre la población.

En junio de 1808, el capitán Antonio Roca, un veterano de la Guerra del Rosellón, fue nombrado por José Palafox comandante de las tropas regulares y de las del Somatén de Igualada y el 22 de junio le hizo comandante del ala derecha de las fuerzas en Tortosa, Tarragona y Vilafranca. El capitán se convirtió en el corazón y el alma de la resistencia en Igualada, junto con un guerrillero de la ciudad, Antoni Franch.

En julio de 1811, el ejército francés amenaza Montserrat, la toma de cuyo bastión se temía desastrosa para Igualada y Terrassa. La Junta ordenó que, mientras el ejército se estaba reagrupando, un Somatén debía plantarse en los pueblos cercanos, una vez que el enemigo cruzase el río Anoia. Los pueblos se encargarían del suministro, y sus magistrados organizarían el repartimiento.

El objetivo sería hostigar al enemigo por todos los medios posibles, "especialmente en las montañas, atacando la retaguardia enemigapara interceptar los convoyes. El Somatén se organizará en compañías de 100 hombres, que elegirán a su comandante que será un capitán, y un teniente y el sargento correspondiente". El reclutamiento del Somatén se haría con los hombres de entre 18 y 50 años, todos los que pudieran portar armas, excepto los magistrados y los sacerdotes que no desearan hacerlo.

Hay un número significativo de peticiones presentadas oficialmente a la Junta Superior catalana entre 1808 y 1811 por parte de particulares (viudas, padres ancianos, los indigentes) para que sus hijos fueran declarados exentos del servicio.

Las quejas de algunos pueblos sobre las contribuciones excesivas que se veían obligados a pagar para el Somatén, y el continuo fracaso de sus acciones obligó a la Junta Superior del Principado a decretar que el ejército regular sólo debía ser ayudado con alimentos, pero en ningún caso con dinero.

Pero el principal problema que enfrentaban los somatenes era la logística, la falta de armas y municiones.

Después de la caída de Tarragona, se rumoreó que el ejército "castellano" tenía la intención de abandonar el Principado. D. Jacinto Buniva de Morera, un sub-teniente en el Regimiento de Infantería de Baza, propuso a la Junta Superior un "plan o acuerdo para la mejor administración y la salvación de la provincia de Catalunya", sobre la base de la formación de un Somatén general, con los campesinos de los pueblos organizados en cuatro divisiones, siempre listas para combatir al enemigo.

En agosto de 1811, la Comisión de Armamentos propuso una serie de leyes para el Cuerpo de Reserva o Somatén, con el fin de castigar la desobediencia y la ruptura de la ley y el orden. Todos los reservistas habían de presentarse en los distritos de los pueblos indicados para llevar a cabo las acciones ordenadas y prestar la obediencia debida a sus superiores, pues "la subordinación es la base de toda la instrucción militar". Sancionó la colaboración con el enemigo con la más grave de las penas y, en fin, intentó militarizar el Somatén.

Después de la captura del castillo de Figueres por la columna Rovira en abril de 1811, el comandante del ejército Campoverde decreta la formación en el mes de abril de un Somatén general de unos 6.400 hombres distribuidos de la siguiente manera: Junta de Tarragona, 1000; Junta de Montblanc, 400; Junta de Cervera, 1.500; Junta de Lleida, 500; Junta de Manresa, 1.500; Junta de Vilafranca, 1.500. Cuando Tarragona fue sitiada, la indecisión de la Junta obligó a la suspensión del Somatén, pero en julio se trató de reorganizarlo en Solsona, con 12.500 hombres, con exclusión de los desertores de sus filas.

En cuanto a los migueletes, incluso antes de la decisión adoptada por la Junta Superior catalana, entre el 20 y el 23 de junio de 1808, de formar un ejército de 40.000 hombres, algunas juntas locales y pueblos como Vic, Olot, Lleida y Girona ya lo habían formado. Elegidos con mucho cuidado, se formaron regimientos de un millar de hombres. Uniformados y asalariados, eran poco diferentes a las tropas del ejército regular, con sus jefes nombrados por el comandante del ejército y los otros oficiales hasta el grado de capitán nombrados por las Juntas locales. Rindieron homenaje al arcángel San Miguel, por ser fieles a las tradiciones antiguas. Su uniforme, según lo acordado por la Junta el 7 de agosto, fue chaqueta gris, con botones del mismo color. En la gorra, una roseta con los colores nacionales.

A fin de evitar intrigas y otros problemas, a principios de octubre de 1810 la Junta Superior ordenó que los capitanes migueletes debían recibir 20 reales al día, 16 los tenientes y 12 los subtenientes, "por lo que, como es el salario para los oficiales en todos los tercios deben ser iguales". Tenían, pues, los mismos derechos y prerrogativas que el ejército regular.

Los migueletes fueron también responsables de algunos desagradables incidentes, como denunció la Junta de Mataró a la Junta Superior el 24 de enero de 1809, refiriéndose a la destrucción de armas por parte de migueletes de la ciudad con el fin de evitar el servicio..

Por su parte, la Junta de Granollers fue la más crítica con el comportamiento de los migueletes en las operaciones del ejército francés por San Jeroni de la Murtra, que provocó la dispersión de las tropas de Milans del Bosch: "los migueletes, lejos de retirarse en buen orden, como se esperaba, corrió y se dispersó en las colinas en vergonzosa fuga".

Se pidió a la Junta que nombrara un general para imponer el orden y la disciplina militar.

Somatenes y migueletes participaron en el segundo y tercer sitios de Girona, julio-agosto de 1808 y junio-diciembre de 1809 respectivamente, al mando de Bertrán, Clarós, Rovira y Llauder. El 6 de agosto de 1808, el marqués de Palacio, quien presidió la Junta Superior del Principado, envió al conde de Caldagués varios miles de migueletes y cuatro compañías de regulares para la defensa de la fortaleza. El 14 de junio en Castellar del Vallés se le unió Clarós con 2.500 migueletes y el coronel Milans con 800 somatenes, además de los 3.000 migueletes traídos por el coronel Baget de Martorell.

Cuando llegó cerca de la fortaleza, se reunió con los dos coroneles y acordaron un ataque conjunto al castillo de todas las fuerzas sitiadoras.

El ataque combinado, el 16 de agosto, de los defensores y las tropas de Caldagués

forzaba a Reille a cruzar el Ter y a Duhesme a concentrar sus fuerzas en Santa Eugenia. De esta manera, Girona fue liberado y las fuerzas francesas, divididas, se retiraron a Figueres y Barcelona.

El 9 de mayo de 1809, la guarnición estaba compuesta por 4.945 soldados de infantería de Girona, de los cuales, 1.125 pertenecían al Batallón de Voluntarios de Barcelona, 600 a los migueletes de Vic y 1.120 a los de Girona; el resto pertenecía al Regimiento de Ultonia (800) y el Regimiento de Borbón (1.300). Respecto a las tropas de artillería, 240 fueron migueletes del segundo Tercio de Girona, 130 infantes de marina costera, 22 zapadores, 108 del escuadrón de Sant Narcís y 278 del Real Cuerpo de Artillería. Cuando, después de fuertes pérdidas, se rindió el 11 de diciembre de 1809, sólo quedaban 1.168 de infantería y 208 artilleros.

En el segundo asedio de Girona, La Junta Superior y el comandante del ejército marqués de Coupigny se apresuraron a enviar a las compañías de reserva de las Juntas de Vic, Manresa, Puigcerdá, Urgell, Talarn y Cervera. Por su parte, las compañías de las Juntas de Mataró y el Vallés acudieron para contener al enemigo en el Besós, y los de Igualada, Vilafranca y Tarragona fueron a hacer lo mismo en el Llobregat. El resto de las tropas veteranas y los migueletes también acudieron en defensa de Girona.

Sin embargo, las indecisiones de Coupigny y su sucesor, Blake, hizo que a la defensa de Girona acudieran somatenes mal equipados, mal armados y muy cortos de municiones. Aunque la Junta había elaborado un plan para la recolección de armas en todo el territorio bajo su control, sus esfuerzos no pudieron evitar la caída de Girona el 11 de Diciembre.

El carácter voluntario de los migueletes se perdió cuando los pueblos se quedaron sin hombres.

Pronto se quedaron sin armas, sin salarios e incluso sin ropa, cuando el ejército del comandante Milans del Bosch se retiró en agosto de 1808. Pero los problemas fundamentales de estas inexpertas tropas eran la indisciplina y la tendencia a desertar. Matías Remisa, refiriéndose a la columna de Vic, dice que la insubordinación der los migueletes hacia sus oficiales era habitual.La guarnición de Girona fue más lejos al proponer la deserción en masa a la Junta de Vic y los del castillo de Hostalric tuvieron un enfrentamiento con los oficiales durante el verano de 1808.

------EL PROBLEMA DE LA DESERCIÓN

Si bien no hay duda que la resistencia al ejército napoleónico era una causa común para lapoblación de Catalunya, había, sin embargo, una creciente dificultad para reclutar a jóvenes para que se unieran a los migueletes o los somatenes. Muchos de ellos abandonaron las filas del ejército o compraron su exención del servicio militar.

El problema de los desertores en el ejército español, que afectó a un 20% de su fuerza total, también se convirtió en una actitud generalizada entre migueletes y somatenes, y una cuestión de grave preocupación para la Junta catalana y las autoridades militares. Los oficiales del ejército tenían órdenes de elaborar informes mensuales sobre el número de deserciones que se producían, que enviaban a las comisiones militares de las Juntas que giraban órdenes para su detención. En éstas se incluía una ficha individual con los datos personales de los desertores.

Con el fin de detener el fenómeno de la deserción, que minaba la moral del ejército, a mediados de 1811 el comandante del ejército Lacy dictaminó una política rigurosa contra ellos, privando a los desertores de todos sus derechos y aplicando sin contemplaciones las más estrictas sanciones.

Por su parte, en 1812 Josep Manso denunció el mal ejemplo de los magistrados en los pueblos al permitir que los miembros de sus familias y los hijos de los ricos pudieran desertar impunemente y sin imponer las multas y sanciones correspondientes.

Con frecuencia los desertores se unieron y se organizaron en partidas de bandoleros. Su número fue aumentando , reflejo de la miseria en que iban cayendo las clases más bajas de la población a medida que iba avanzando la guerra. Estos fueron llamados "Compañías de Brivalla" y aunque al principio estaban compuestas por delincuentes comunes, más tarde se les unieron los desertores del ejército, y los de los somatenes y migueletes, especialmente entre 1809 y 1811. El saqueo de pueblos mantenía a toda la población en estado de alarma. Hubo peleas frecuentes entre las diferentes bandas y en ocasiones incluso se unieron a los franceses. Frente a un problema tan complejo, la Junta de Mataró en varias ocasiones tuvo que pedir ayuda a la Junta Superior para mantener a raya a estas turbas.

La militarización de estos grupos creció a buen ritmo en 1811. A finales de ese año, la Junta Superior hizo una selección de los migueletes, eligiendo los más capaces y libres de la obligación de apoyar al ejército regular y al resto les mandó regresar a sus hogares. En julio de 1811, el sacerdote de la parroquia de la Palma, Adriá Ochando Ros, informó a la Juna Superior y al comandante del ejército de la necesidad de formar un batallón o una compañía de voluntarios, de un millar de hombres, para unirse a los 300 campesinos que se habían alistado, cifra que se alcanzó con prófugos, presos que habían escapado y desertores franceses " a condición de que conozcan y sean de la región".

El objetivo militar propuesto era el posicionamiento de esta fuerza en las riberas del Ebro, entre Mequinenza y Mora, área bajo una amenaza particular del enemigo, con el fin de acosarlo sin cuartel.

Del plan propuesto por el sacerdote Ochando, el barón de Eroles sólo aprobó incorporarlos a la retaguardia. La Junta dió su aprobación provisional y se le autorizó a organizarlos en compañías.

Sin embargo, cuatro meses después, la Junta decidió que sería más útil que se unieran a la división del coronel Joan Clarós. Como sucedió en el primer semestre de 1811, la Junta había autorizado la formación de siete compañías de honor o guerrillas, aunque en realidad sólo las de Ochando, Francesc Montardit (de Ager), que operaba en la región de Balaguer, y Franch, entraron en servicio; las otras nunca llegaron a formarse.

La experiencia aconsejaba en contra de la formación de batallones, que a la larga conducía a la deserción de sus hombres y a la comisión de delitos de todo tipo, además de privar al ejército regular de tropas auxiliares. De hecho, los Almogávares, Cazadores de Girona, y los Batallones de Cazadores del Empordá se disolvieron en agosto de 1811, pese a algunas protestas como la de Narciso Gay, quien elogió el Cuerpo de Almogávares, formado en 1810, que fue apoyado por las Juntas de Figueres, Girona y Vic.

En cualquier caso, desde el estallido de la guerra, las reglas eran muy claras. La orden de la Junta Central de 11 de noviembre de 1808 era clara: en ningún caso ningún soldado podía ser admitido en los nuevos regimientos creados sin la aprobación de sus respectivos comandantes. Se trataba de unir esfuerzos y no de competir por los hombres.

LA GUERRA DE GUERRILLAS

La dispersión del ejército en Catalunya, y su propia tradición, fue un caldo de cultivo eficaz para la guerra de guerrillas, a lo que hay que añadir la estrecha relación entre somatenes, migueletes y la poblaciónlocal.

Las columnas guerrilleras, como en otras regiones, estaban estrechamente unidas a su tierra. Estas parecen haber sido más estables y mejor disciplinadas que las milicias de la Junta, y disfrutaban de mejor reputación. La mayoría de sus dirigentes llegaron a nutrir las Juntas y las tropas regulares: Milans, Clarós, Rovira, Eroles, Torras y Manso. Todos ascendieron rápidamente en el ejército, alcanzando incluso el grado de general. Algunos procedían de la Iglesia, como Josep Bertrán, el bedel de Llorà, y Francesc Canon Rovira, que era un general de brigada en 1812 y que en 1811 había logrado reunir a los rezagados y desertores de Manresa, Solsona, Cardona y Sant llorenç de Morunys.

Las actividades del líder guerrillero Joan Clarós le valieron rápidamente gran notoriedad.

Aunque fracasó en el asedio de la fortaleza de San Ferran de Figueres, en julio de 1808, con 600 hombres, logró derrotar a una columna de 2.000 soldados de infantería y 200 de caballería enviados por Reille cuando intentaba tomar Castelló d'Empúries, y se detuvo un convoy francés de provisiones para la fortaleza de San Ferrán.

No es fácil distinguir entre somatenes, migueletes, las fuerzas regulares y las pandillas de bandidos. De estos últimos, el más famoso fue Josep Pujos i Barraca (alias "Boquica"), que se convirtió en un líder de la guerrilla con el respaldo de los franceses.

Al igual que su padre, un vendedor de comercio de la comarca de la garotxa (Girona, era también un contrabandista. Al principio luchó contra los franceses, interceptando sus convoyes en su camino a Barcelona. Más tarde, en 1810, se convirtió en un espía francés, a cambio de una recompensa monetaria. Descubierto, fue trasladado a Tarragona, pero logró escapar. Pagado y apoyado por los generales Lamarque y Mathieu, logró formar una compañía de "brivalla" llamada "Cazadores de Catalunya", formada en un primer momento por entre 70 y 90 hombres, y posteriormente aumentaron a 150, procedentes de una diversidad de orígenes (catalanes, andaluces, vascos y mallorquines), todos ellos huidos de su tierra natal, donde eran buscados por los robos y asesinatos que habían cometido.

El capitán Pujolse quejó ante el intendente de Girona (Rouyer de Lametz) que, tras su participación en Figueres, no se había pagado a ningún hombre de su compañía. En una carta de 7 de septiembre de 1810 dirigida al señor Esteve, el subintendente de Figueres, Rouyer de Lamets le autorizó a asumir todos los poderes municipales para hacer frente a la cuestión y pagar la cantidad adeudada.

¿Que hay que hacer mas? De la serie "Los desastres de la Guerra" de Francisco de Goya y Lucientes.


"Boquica" se distinguió por sus continuos actos de bandidaje y demostrando a menudo ser útil a los franceses como en Olot en 1810, donde por primera vez obligó al enemigo a retirarse y luego entró en la ciudad, donde procedió a llevar a cabo sus actos habituales de pillaje y asesinato. Su pacto con los franceses le permitió mantener la mitad de lo que se había robado, pero parece que cuando esa promesa no se mantuvo él se vengó en los locales. En 1811 intentó llegar al mismo acuerdo con los patriotas, pero no tuvo éxito. Cuando terminó la guerra, Pujol se exilió en Perpiñán y Eroles pidió su extradición. Entregado a las autoridades españolas, fue condenado a muerte y ahorcado ante una gran multitud en Figueres, cuya población había sido convocada a ser testigo de la ejecución. Su fama lo convirtió en el protagonista de una novela (J.Aragó, "chez de Pujol miquelets ou la Catalogne", 184-1815, París, 1840).

Además de la banda de Pujol, actuaban también otros grupos al margen de la ley. El general francés Guillord se quejó en diciembre de 1810 de que la columna Clarós se dedicaba al bandolerismo en las carreteras del Empordá. Él era "capitán de contrabandistas", al frente de las "bandas de vándalos y bandidos" que violaba todas las leyes de la guerra, y que continuamente llamaba a los catalanes al Somatén.

Uno de los líderes de la guerrilla fue el clérigo Josep Bertrán (el bedel de Llorà), que encabezó un grupo de cuarenta o cincuenta hombres, todos ellos desertores del bando catalán, que además de haberse pasado al enemigo, también recibió ayuda de los pueblos de Amer, la Salleta y Anglès, que también estaban en alianza con los franceses. Dicha compañía, además de cometer muchos robos y otros desmanes, impidió que la deserción de las filas del enemigo facilitara la caída de Llorà. Alrededor de 700 soldados franceses se habían pasado al lado español entre diciembre de 1809 y junio de 1810. A la vista de tales hechos, la única opción que estab abierta era la detención de dichas personas, "vivas o muertas".

El líder de la guerrilla, Josep Manso se convirtió rápidamente en una leyenda. La leyenda popular dice que siendo un muchacho había sido abofeteado por un soldado francés y había jurado venganza. Vio por primera vez la acción a la cabeza del tercio Berga en Hospitalet. A la edad de 23 años alcanzó el grado de capitán y organizó una columna de 800 campesinos en Vallirana, que fueron una espina constante para las columnas imperiales. Contaba con el apoyo de los somatenes de Vilanova, Sant Sadurní y Martorell.

Después de haber sido ascendido a teniente coronel y comandante de la línea del Llobregat, solicitó enérgicamente la colaboración de las Juntas locales. La situación de sus hombres no era precisamente óptimo. Exigió que las Juntas de Manresa, Vilafranca y Barcelona debían enviar ropa para sus tropas, ya que estaba medio desnuda.

Manso no tuvo reparos en justificar las represalias tomadas en seis prisioneros franceses que había hecho ahorcar y colgar del árbol de la Creu Coberta, por las atrocidades cometidas por las tropas de Suchet en las villas de Molins de Rei, Calleja y Sant Vicenç del Horts, donde 30 civiles indefensos fueron asesinados, entre ellos varias mujeres. Culminó su carrera hasta el generalato con las acciones de Bellpuig, Sant Celoni y en particular el Ordal.

El ejército francés identificaba a los somatenes con ladrones y salteadores de caminos.

Ante las derrotas militares de 1811, muchos catalanes ponen en duda la eficacia del ejército regular, contrastando los logros alcanzados por los migueletes y somatenes en los primeros días del conflicto con el fracaso calamitoso del ejército. La pérdida del castillo de Figueres abocó a toda la población de Catalunya a la desesperación total. Anteriormente, dicho castillo había sido capturado a los franceses en abril de 1811 por la columna de Canon Rovira, que tenía muy poco conocimiento real de las tácticas militares. En tales circunstancias críticas fueron muchos los que intentaron paliar las carencias del ejército. Un ciudadano anónimo, envió una carta a la Junta Superior, firmando como "El Patriota de las montañas, un amigo del ejército y de la buena política", denunció la ineficacia del ejército regular y lo atribuyó al hecho de que sus funcionarios habían aceptado las formas del vestir francés, habían dado la espalda a la religión, se rodeaban de concubinas, exigían demandas excesivas a los aldeanos, sin darles nada a cambio, y pasaban el tiempo jugando juegos de azar y burlándose de los monjes capuchinos y de sus barbas. La clave de la solución reside en una mayor moral para el ejército, proponiendo el siguiente plan que contiene cinco puntos principales: 1) la prohibición de la blasfemia, 2) la expulsión de todas las mujeres del ejército, 3) la regularización de los salarios, 4) la prohibición de los juegos de azar, y 5) la captura de los desertores que abarrotaban los pueblos.

EL CLIMA DE AGITACION Y EL BANDOLERISMO

Desde los primeros días el gobierno francés tomó medidas drásticas en barcelona para resolver el grave problema del clima de agitación. El 22 de diciembre de 1808, Duhesme autorizó a las autoridades de la ciudad para formar pequeños destacamentos armados para arrestar a los "vagabundos y guerrilleros, y al mismo tiempo creó una columna volante, que operaba en Barcelona y los pueblos de alrededor, para detener a los paisanos en armas y migueletes, para ser ahorcados o fusilados inmediatamente.

Igualmente, el problema de la agitación social obligó a las autoridades patriotas en Catalunya a organizar una suerte de milicias urbanas para preservar el orden en algunas ciudades, con responsabilidad en la vigilancia interna. El 12 de julio de 1808, la Junta Superior del Principado dispone la creación en la ciudad principal de cada Junta Local, de una escuadra o una columna de vuelo de 15 soldados o aldeanos, armados y a caballo, dirigida por un oficial y un sargento, con el fin de restablecer el orden público.

El bandolerismo catalán, que había tenido una larga tradición en siglos anteriores, renació en el siglo XVIII y creció durante la guerra del francés. Los "loros" y los "brivalles", las pandillas de bandidos compuesta de criminales peligrosos, vagaban por el campo catalán durante ese tiempo, cometiendo robos y excesos de todo tipo. En ocasiones se presentan en los mismos pueblos como columnas de patriotas, exigiendo dinero y comida. Se convirtió el bandidaje en una pesada carga, hundiéndose los pueblos en la pobreza y en la miseria. Bandas como la de "Boquica" y la de un tal "Pelegrí", que se convirtieron en auxiliares del ejército napoleónico, complicaron aún más la vida de los pueblos que no habían podido resistir a los invasores.

Trabuc. Era un arma sovint utilitzada per la guerrilla i altres tropes irregulars. Permetia carregar-la amb tota mena de munició i el seu radi d'acció era molt ampli. Això si, la seva precisió era mínima.


No había mucha diferencia entre el comportamiento de la guerrilla y el de los soldados, desertores y migueletes. La Junta de Vic informó a la Junta Superior sobre la extorsión a que sus ciudadanos estaban sometidos por las tropas y migueletes que pasaban por la ciudad.

Abundan los testimonios, públicos y particulares, del daño que podían hacer en las poblaciones los distintos cuerpos armados, y todos los esfuerzos por contenerlos resultaron poco provechosos, debido a la crónica situación de inestabilidad que causó la guerra y los males que de ella derivaron, también en la comarca del vallés, donde la Junta de Granollers denunció los crímenes y robos cometidos por las bandas y los soldados de paso por su territorio.

Las actividades de la guerrilla se superponen con las de los bandidos, delincuentes comunes, vagabundos y contrabandistas. Los dos grupos tenían cosas en común, tales como su condición social, las injusticias que esperaban vengar, la naturaleza de su lucha, la ambigüedad de sus relaciones con el entorno, y la "venganza", "justicia que a veces se ejerce contra los ricos.

Junto con la motivación financiera, vinculados con el fenómeno de la deserción y la necesidad para sobrevivir enmedio de una cruel y larga guerra, también debería pestarse atención a la escalada de la violencia, perpetrada en formas extremas por ambas partes. El deterioro de las condiciones de vida por las razones ya señaladas, originó esta forma de respuesta como un símbolo de rebelión, de forma espontánea y primitiva.

La Guerra del Francés fue un verdadero caldo de cultivo para los bandidos.

LAS ACTIVIDADES DE LOS IRREGULARES SEGUN LOS MILITARES Y LAS AUTORIDADES



Las actividades de los somatenes, así como la de los migueletes, eran muy criticadss por los militares, que les achacaban indisciplina y falta de mandos profesionales. Les acusaban, además, de desertar con facilidad, y, en general, de capaces de las mayores iniquidades, precisamente por carecer de jefes profesionales y de disciplina militar.

Cabanes expresa sus reservas acerca de los migueletes en su "Historia de las Operaciones del Ejército de Catalunya". En él se dice que, si bien pueden haber sido valiosos en la Guerra de Sucesión, cuando la artillería de campaña apenas se usó, en la guerra contra los franceses, que estaban familiarizados con las nuevas tácticas militares, eran totalmente ineficaces, debido a su menor instrucción y a una política equivocada de remuneración, ya que recibían, en general, mayores salarios que los soldados de línea, los cuales, además, estaban sujetos a una mayor disciplina, por lo que muchos de estos estaban deseando alistarse en los cuerpos irregulares.

Sin embargo, esta visión negativa contrasta con la ofrecida por el Padre Raimundo Ferrer, para quien somatenes y migueletes eran los verdaderos protagonistas de la guerra en catalunya, y no el ejército regular.

De las misma manera, para el historiador liberal M.Agustín Príncipe, los cuerpos irregulares propios del Principado desempeñaron un papel fundamental desde el punto de vista militar, similar al de la guerrilla. Con habilidad y astucia, se enzarzaron en una guerra de montaña, que no dió tregua al enemigo, al que obligó a dividir sus esfuerzos para estar en todas àrtes a la vez, atacaba los convoyes, interceptaban sus mensajes e interrumpían sus comunicaciones.

El general británico Sir William Napier había observado la gran capacidad del catalán para la resistencia: "Su patriotismo era más puro y sus esfuerzos más sotenidos que en el resto (de España): los somatenes eran valientes y activos en el combate, actuaban de consuno con la población local y su labor era claramente desinteresada".

Y de acuerdo con teodoro redding, la guerrilla se adaptaba muy bien a la idiosincrasia catalana:

"No hay diferencia entre los hombres en Catalunya, todos son soldados, en los campos, en los caminos, en las villas, en las ciudades ocupadas por el enemigo, donde los catalanes muestran un profundo odio a los franceses, un celo inextinguible por la patria, una lealtad fuera de toda duda...".

Somatenes y migueletes lucharon juntos en la mayoría de ocasiones, pero estaban subordinados a la estrategia general establecida por el alto mando militar, excepto en los primeros meses de la guerra, cuando no había un claro alto mando militar. Los cálculos de la Junta Superior catalan , de crear y armar un ejército de 40.000 hombres no llegaron a nada. Los problemas de financiación y organización nunca fueron adecuadamente superados a persar de los esfuerzos realizados. La falta de armas, la indisciplina y la dispersión de los miguieletes y los somatenes dio origen a las bandas guerrilleras, desde donde la necesidad de supervivencia llevó al bandolerismo, como en otras regiones de España.
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